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atlantis

Una de las máscaras de la tragedia es la muerte.

Un tipo muy específico de muerte…

La luna castiga a los residentes de su sombra
y como lluvia desciende, de entre todos,
en el corazón de un hombre roto
que camina dando tumbos, entre duda y penumbra;
desenvuelto ya el recuerdo y el ánimo
del pensamiento a control remoto.

Caes como marejada sobre el camino recorrido:
Borrando y hundiendo todo lo que he anhelado y conseguido.
Y se enraman tempestuosamente las ruinas de tiempos gloriosos
que nunca llegaron a trazar un vuelo exitoso,
uniendo amores imposibles
posibilidades borrachas de momentos invisibles,
caos organizado en papeletas sucias,
y corrientes de alucinaciones desconectadas de la mente
desangraron las lágrimas de la vida que nunca tuvieron presente;
y danzó la muerte cubierta del velo perfecto…
y el público la aplaudió de pie en el salón de eventos.

Rompiste toda norma y toda regla,
todo estructura y coherencia.
Ahogaste al rey y encadenaste a la conciencia
destapando la fuente de toda esencia.

Bajo el mar yace ahora el diario mojado de tiempos divergentes,
años cuánticos y tiempos indecibles que atesoraban viejos dientes;
y con tus dioses crueles parte el agua sagrada de la ingenua inocencia
que, un día en vano me advirtieron, nunca perdiera ni en la demencia.
Pero el mundo es cruel con los que sueñan despiertos
y erran al pensar que saldrán ilesos
de la mirada de la luna y la llamada de los sesos
que se derraman por esta pesadilla
que sabiéndose viva, como quimérico espectro chilla
al arrancarme, colérica, de las entrañas mis sentimientos.

Y el niño será enjaulado en el baúl de los recuerdos,
y el trabajo consumirá un mundo de árboles y ríos,
y la rutina dominará los campos de trigo,
porque la marejada ha venido
a arrancarte del mundo de los vivos
robarse tus más íntimos sueños
para quebrar tu espíritu y lamer con lujuria
la grieta más profunda del abismo donde murmura, agónica,
la fiera golpeada de tu ímpetu y tu furia
y tu núcleo,
tu centro,
tu pensamiento,
tus arrepentimientos,
tu identidad,
tu minúscula vanidad,
tu orgullo y tu humildad,
tu talento y tus tropiezos.
Todos a mis pies.

«Aquí está tu dinero»

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